La importancia de la familia en la prevención de conductas de riesgo en la adolescencia

La importancia de la familia en la prevención de conductas de riesgo en la adolescencia

El retorno a la presencialidad de nuestros adolescentes al colegio, ha constituido un gran desafío para ellos mismos como para sus docentes. Como es de público conocimiento, en variadas instituciones educativas se han observado manifestaciones agresivas como formas de resolver conflictos, así también excesos de todo tipo: alto consumo de drogas y alcohol, actividades riesgosas, sexualidad desenfrenada, etc. Es como si quisieran vivir todo lo que les quitó la pandemia en estos dos años, en forma intensa y sin límites.

La adolescencia es una etapa importantísima dentro del ciclo vital del ser humano, que puede constituir un período de grandes posibilidades para niños y niñas, para ello, el compromiso de la familia es imprescindible para enfrentar los peligros y vulnerabilidades propios de esta etapa y estimular un desarrollo saludable en todos los aspectos.

Las conductas de riesgo en adolescentes son las principales responsables de la morbimortalidad en esta etapa, entre las cuales se encuentran el consumo de drogas, embarazo precoz, mala alimentación, enfermedades de transmisión sexual, depresión y suicidio entre otras. La familia juega un rol primordial en la prevención de éstas, porque es el primer agente protector y facilitador del desarrollo sano en el adolescente. Los padres y adultos significativos son fundamentales por la influencia y modelo que ejercen en el desarrollo de hábitos de vida, formas de expresar afectos, relacionarse con los demás, de resolver conflictos y de desarrollar conductas de autocuidado.

Se ha observado que, formas de crianza autoritarias, rígidas, distantes, poco afectivas, inconsistentes o, por el contrario, la falta de límites, normas claras, ausencia parental junto a disfunción familiar, tienden a ser más proclives a que sus hijos caigan en conductas de riesgo. Así, los estilos de crianza parental pueden tener un efecto positivo o negativo en la incidencia de conductas de riesgo adolescente, comprobándose que una parentalidad que establece normas y límites con afecto y firmeza, con mayor apoyo parental y control conductual, hay menor consumo de drogas, autoagresión, violencia y depresión entre otras.